Carolina
miraba por decimoquinta vez el celular, presentía que no iba a recibir ni un
mensaje de él, pero sabía muy bien que la amaba, aunque por fuera sea frío y
distante, por dentro era otra cosa.
Decidió
mandarle un mensaje, en su cara se leía la preocupación mezclada con amor y
ansiedad, sus dedos temblaban al apretar los botones. Suspiraba de amor, pero
tenía conciencia que amores así no duran en el tiempo, pero prefería amarlo así
que no amarlo.
Cada
movimiento que hacía era seguido atentamente por una mujer, sus ojos no podían
disimular el odio que sentía por ella, la veía tan hermosa, tan perfecta, tan
joven y nerviosa, sabiendo que le escribía a él, porque ella también sentía lo
mismo al hablarle, mirarlo o solamente pensándolo, era increíble que dos
mujeres sintieran lo mismo por ese hombre que no le daba amor a nadie.
Sus
celos eran mortales, se regocijaba anticipadamente, tocó una vez más su bolso
constatando una vez más que estaba todo lo necesario.
La
muchacha sonreía, su corazón se salía del pecho, como estaba en un transporte
publico guardó compostura y se puso seria, aunque le duró poco, su cara
irradiaba, él contestó su mensaje, eran solo dos palabras, pero estas eran más
fuerte que el tiempo.
La
mujer estuvo a punto de saltarle al cuello y estrangularla, estaba tan cerca de
ella que podía ver los latidos en su cuello, como iban acelerándose mientras
escribía y cuando todo su cuerpo tembló cuando leyó el último mensaje recibido,
al ver esa reacción de Carolina solo pudo imaginar en su mente retorcida
visiones de sangre y dolor, gritos y carne desgarrada. Todo lo que tenía en
mente se multiplicó por la furia contenida, se imaginó tocar esa piel
acariciada y despellejarla para que sienta lo que ella sintió esa noche
enfrente de su ventana. Esa impotencia absoluta de brazos a los costados y
puños blanquecinos por el odio.
Trató
de serenarse igual que hacía ella, las dos mujeres luchaban contra sus
sentimientos, una por no mostrar el amor en su rostro y la otra por no mostrar
el odio. Poco a poco fue cediendo la ira, hasta dejar una suave calma, la cual
le llevaría al mejor de los crímenes, el del amor.
La
muchacha se bajó del colectivo cantando, la mujer que le seguía bajó detrás,
las dos caminaron hacia el mismo lugar. Carolina y el asesino habían quedado en
encontrarse en Buenos Aires, Camila quedó con su padre y ella libre, el viaje
desde rosario fue corto, unas cuatro horas de pura adrenalina para su mente.
Luego de hospedarse en el hotel, tomó un colectivo que la dejó cerca de su
destino. Cantaba, el día era hermoso, soleado pero no caluroso, sacó su cámara
Nikon reflex y entró al cementerio de la Recoleta. Tenía varias horas hasta que
él se desocupara de sus asuntos, así que aprovecharía a sacar
impresionantes fotos de esos monumentos maravillosos.
Mientras se encaminaba a la tumba de "la Dama y el perro", una mujer que le seguía a pocos pasos, sonreía macabramente.
"EL AMOR Te puede destruir,volver loco y te puede liberar" TRISTE DESTINO DE QUIEN NO PUEDE DEJAR IR ! Atrapante ! un abrazo .
ResponderEliminarEL AMOR SIEMPRE SERA LIBERADOR, GRACIAS POR PASAR
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