jueves, 6 de diciembre de 2012

16º CAPITULO



Sacó de su bolso un agua mineral, el calor se hacía sentir.  Una hora llevaba en el cementerio, pero le parecían diez minutos recién. Las esculturas, monumentos y tumbas eran tan fascinantes que perdía la noción del tiempo. Poca gente se veía, quizá era la hora del día, a las tres de la tarde caía el sol a plena sobre las cabezas, las personas preferían quedarse en la sombra fresca de la plaza frente al cementerio, la Recoleta era un lugar precioso, a pesar de tener la imagen de tumbas y muertos por doquier, el barrio era tranquilo. Un par de restaurantes cerca, bares y cafetines adornan el panorama.
Buenos Aires le gustaba, tenía ese “no se que”, que le atraía, la arquitectura era antigua y variada, como toda fotógrafa amateur se maravillaba por todas las pequeñeces que el avezado fotógrafo reconocido pasaría por alto, pero ella no, sabía apreciar la belleza en donde los demás no buscarían, en esas pequeñeces precisamente.
Carolina era una mujer fascinante, a veces podía ser todo un hembrón y otras una niña de doce años con sus actitudes, eso atraía a los hombres, pero otros esquivaban esas niñerías, querían una mujer hecha y derecha, no una nena con ataques de ira. Su dulzura contrastaba con su humor cambiante, eran dos mujeres en una, como dice Cacho Castaña en su canción La Gata Varela… te da la sensación cuando camina, que en ves de una mujer llegan dos minas. Era inteligente, le gustaba hablar con ella, era muy ocurrente, pero también era hostil.
En realidad es una gata herida, pero esa sensación se disolvía con sus caricias y sus labios, el asesino sabía muy bien eso.
El hombre llegó a la conclusión que era mejor traerla a Buenos Aires, sabía que la asesina le buscaría en Rosario, y pondría en riesgo a su hija Camila. A las dos no las podría proteger, así que Carolina sería la carnada para hacerla salir, para sacarla de las sombras y que caiga en la trampa.
Y ella en toda su ingenuidad no se imaginaba que era la carnada entre dos asesinos, a él en otro momento no le hubiera importado el desenlace, pero ahora sí, la amaba y maldita sea si estaba descontento con eso, se sentía tan vulnerable como si estuviera desnudo en plena avenida Cabildo. Quería matar a esa mujer que le acechaba, el deseo le carcomía, la quería estrangular con sus propias manos, nada de balas ni cuchillos, quería sentir como la vida se escurría entre sus dedos, sentir los últimos latidos en las palmas de las  manos. Y necesitaba a Carolina para eso, con ella cerca, la asesina también rondaría cerca. Para protegerla debía ponerla en peligro, gran paradoja. 
Y ella seguía su recorrido, se paró ante un ángel que tenía un ramo de flores en las manos y que miraba tristemente el suelo, parecía que tenía tanto dolor que no se atrevía a mirar la tumba y por eso desviaba la mirada, se acercó para sacar una buena foto. En ese instantes mientras preparaba la Nikon una sombra cae sobre ella.

 

2 comentarios:

  1. nooooooooooooooo! es como cuando estas mirando una peli y se te corta la luzzzzzzz!!! prontito el proximo por favorrrrrrr!!!! abrazos

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  2. VOVLI A LEER TODO..PORQUE A VECES PIERDO EL HILO...Y GUAUUUU CUANTO AMOR A ESA "NIÑA MUJER"..... PERO YO VEO ACA MAS SENTIMIENTOS PUROS QUE ESE DESEO DE MATAR...CREO QUE AL ASESINO EL CORAZÓN LE JUGÓ UNA MALA PASADA.... EL AMOR A VECES ES MAS FUERTE NO??? Un Abrazo Gabriel.

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