—Te llamo para recordarte que no me contestaste algo
que te pregunté.
—A ver, decime que es –le contestan del otro lado
del teléfono.
— ¿A cuántos liquidó la supuesta asesina? –pregunta entrecortadamente,
casí sabiendo la respuesta.
Se escucha un bufido de frustración de parte del
policía.
—Oficialmente cinco.
El silencio entre los dos se extendió unos segundos.
— ¿Extraoficialmente? —le pregunta suavemente, casi sabiendo el
número que va a escuchar.
—Unos veinte –contesta y el comisario corta la
llamada con otro bufido de bronca.
Recordarle que habían quedado tantos asesinatos sin
resolver, enfurecía al hombre. Se puso en la boca dos tabletas masticables para
la acidez, su úlcera había reaparecido en cuanto su amigo le llamó para
avisarle que estaba en Buenos Aires. Las masticó disfrutando el alivio que le
daban a su pobre estómago.
Miró por la ventana de su oficina, veía la gente
caminar con fastidio por el calor, esquivándose para no chocar en ese mar de
gente que eran las calles. Tomó su celular y llamó.
— ¿Qué querés que haga?
—Dale lo que pide, pero vos sabés como va a terminar
todo —Contesta la voz del otro lado.
— ¿Es necesario? Los dos sabemos con quién nos
arriesgamos –le dice con miedo.
—No te preocupes, podré manejarlo.
— ¿Cómo la última vez que se te escapó? –contesta entrecortado
por la risa nerviosa.
—Si se entera de esto, soy hombre muerto, no me lo perdonará ni
siquiera como amigo que soy de él.
—Cagón de mierda, ¿te olvidás con quién estás
hablando?
—No me olvido, ese es el problema.
—Mirá Luis, a pesar de todo sigo siendo tu hermana.
—Y te protegí todo este tiempo, ¿o te olvidás que
tapé todo lo que hiciste acá? –dice el comisario furioso.
—Por eso me fui a Rosario, te dejé en paz.
—Sos una mierda pero seguís siendo mi hermana, pero
esto es cosa tuya. Y si llegás a hacer algo acá te mato yo mismo.
—No me amenaces porque sabés lo que soy capaz de
hacer. Ahh, otra cosa –dice como al pasar— las nenas están grandes, las vi
jugando en la plaza hoy, tu mujer sigue tan linda como la última vez que la vi –le
dice riendo.
El silencio del teléfono al cortar la comunicación
la mujer, fue apabullado por el ruido de sus latidos que ensordecían sus oídos.
Se quedó mirando el celular, no sabía qué hacer. Se sentó
en el sillón y mirando la placa en su mesa que decía comisario inspector
comenzó a temblar. Se fumó cuatro cigarrillos, uno detrás del otro. Abrió un
cajón del escritorio y sacó la cuarenta y cinco que tenía desde que se recibió
de policía, nunca la había usado, pero ahora la usaría para matar a su hermana,
la decisión estaba tomada, era ella o su familia.
Tomó su saco y dejó un archivo en mesa de entradas
para que lo envíen por correo, bajó por las escaleras del edificio y se
encaminó hasta el auto que estaba estacionado en el garaje subterráneo. Tuvo un
escalosfrío, presintió que lo observaban. Apuró el paso, las llaves estaban en
su mano izquierda, porque en la derecha tenía la pistola. Miró a su alrededor y
comprobando que nadie se podría acercar a él por detrás, abrió la puerta del
coche y subió. Un suspiro de alivio se escapó de su garganta. Puso la llave en
el contacto y cuando estaba por dar arranque, una sombra aparece en el asiento
de atrás.
—Hola hermano, tanto tiempo –dice la mujer.
Una mano veloz con una gasa tapa la boca del hombre
que en vano intenta tomar la pistola de la funda, ese segundo de claridad
mental le dice que fue un estúpido al guardarla al entrar al auto, luego vino
la obscuridad.
El auto polarizado del policía le dio la privacidad
necesaria para realizar el trabajo, le llevó una media hora, más de lo que
había imaginado al hablar por teléfono con él. Antes de bajar del auto, se
quitó el mameluco de trabajo, la gorra que usan los médicos en la cabeza cuando
operan, los guantes descartables y las botitas de cirugía que se puso sobre los
zapatos. Sacó un rociador y esparció todo el líquido que tenía sobre las
superficies que había tocado, con esto destruiría toda prueba por ADN que
pudieran buscar. Aunque hallaran un pelo, este no serviría como muestra o
prueba científica.
Ella sabía muy bien todo esto, como médica forense que
había sido lo tenía bien claro.
que barbarooo cuantas cosas pasaron en poco tiempo..... esa mirada dice todo!!! .........muy bueno e intrigante...abrazo Gabriel!!!
ResponderEliminarla mirada de una paciente psiquiátrica quiza....
EliminarGLUP!! intrigadisima !! que ojos !le dan un marco justo al relato! abrazos!
ResponderEliminarson los ojos de una asesina desquiciada evidentemente
EliminarCUANTA INTRIGA!!! MARAVILLOSO EL CAPITULO, COMO SIEMPRE, ESPERANDO EL PROXIMO, ABRAZOOOOOO
ResponderEliminarsin dudas son los ojos de una muy inteligente ,fría y particular mujer . Un reto digno del personaje principal! EXCELENTEE!
ResponderEliminarTODAS LAS MUJERES SON FRIAS, GRACIAS POR PASAR
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