miércoles, 17 de octubre de 2012

9º CAPITULO



Presintió que le seguían, aminoró el paso para mostrarse despreocupado, luego de la noche con Carolina su mente no pensaba en nada más que ella. Pero toda su experiencia volvió como un mazazo a los sentidos. Agudizó el oído y solo podía escuchar el viento en los árboles de las veredas. La plaza en al que pasaba las tardes estaba cerca, era preferible encaminar sus pasos hasta allá, mejor estar en terreno conocido que llevar a algún ladrón oportunista hasta la pensión donde vivía.
El bastón que usaba era muy evidente y supuso que para quien le seguía era sinónimo de fragilidad. Suspiró de alivio al ver la esquina adornada de césped y árboles, se paró en la vereda para buscar algo en los bolsillos y luego siguió caminando. En la mano tenía una pequeña cámara la cuál apuntó hacia atrás, en la otra tenía su celular que le mostraba la imagen en un verde brillante de la persona que le seguía de cerca. La sorpresa no fue confirmar que alguien estaba detrás de sus pasos, si no que era una mujer lo que le mostraba la pantalla. Pensó unos segundos que fueron eternos para él, atravesó el parque y en la bajada de una loma pudo correr a tropezones por culpa del bastón hasta unos arbustos sabiendo que no le podría ver ahí. Cuando la figura llegó a la cima se frenó en seco, miró a los costados buscándolo, pudo ver como se encogía su cuerpo sabiendo que era observada de algún punto.
No tenía miedo, tenía curiosidad, evidentemente no era un ladrón, escuchaba los autos pasar por la calle, en el lugar donde estaban no se podían ver ni las casas ni la calle, estaban en medio del parque, solos.
La mujer era rubia, con un sobretodo largo hasta las rodillas, pero no podía distinguir su rostro, un pequeño farol estaba detrás de ella arrojando una sombra fantasmagórica que le cubría el rostro.
Sintió en ese cuerpo distante furia contenida, lo podía sentir en los imperceptibles movimientos de los hombros y las manos. Tuvo la sospecha, casi certeza que esa mujer lo había elegido como víctima, no podría ser otra que quien cometía los asesinatos. Pensó y pensó, pasaron los minutos y en su mente se contenía para no salir del escondite y enfrentarla, pero estaba en desventaja. Cada vez que cometió un asesinato estuvo planeado, preparado hasta en los ínfimos detalles. No dejaba nada al azar. Este caso era distinto. Él era la presa.
Comenzó a retroceder despacio, no quería dejar de mirarla para no perder el punto en donde se encontraba, así retrocedió en cámara lenta hasta que llegó a la calle, un taxi solitario que pasaba por ahí se acercó a su tímido llamado con el brazo. Una vez dentro pudo respirar, había contenido la respiración tanto que solo se sentía el jadeo de un maratonista al terminar la carrera.
-¿A dónde? Preguntó el hombre.
- A cualquier parte, contestó.
Necesitaba pensar y calmarse.
En al radio sonaban música lenta de los ochenta. Recordaba que años atrás también se había convertido en presa y estuvo acorralado. Pero eran hombres que no estaban preparados para matar. Esa mujer si.
Mientras sonaba la música el taxista le daba charla sobre el clima y el dólar. Pero él no escuchaba. Cuando arrancaron miró hacia atrás y creyó ver una silueta que desde la vereda los vio partir. Era la primera vez en su vida que no sabía que hacer. Cuando al fin decidió ir a la pensión tenía en mente una idea, era solo una idea, una corazonada.
Las luces en al casa de la dueña estaban apagadas, pero en cuanto cruzó el portón de rejas una luz se encendió y la cara de Claudia apareció en la puerta.
-¿Le pasó algo? Le pregunta mirando su pierna.
La renguera era intensa, el dolor le atravesaba la pierna, el bastón soportaba todo su peso completo a tal punto que se dobló ligeramente.
-¿Está usted bien? Vuelve a preguntar con cara de preocupación y abriendo la puerta completamente de la casa.
- Venga, pase y me cuenta que le duele.
Ni siquiera lo pensó, aceptó sin decir una palabra.
- Tropecé y caí en la vereda. Es que no vi las baldosas flojas.
- Si necesitaba algo me hubiera pedido para que yo vaya y no le pasara esto. A mi no me molesta.
- Es que me entretuve en el centro paseando.
- En Rosario pasa eso, cuando uno menos lo espera ya es de madrugada – le dice mirándolo fijamente.
- Acuéstese en el sillón que le hago un masaje con aceite relajante.
Dicho esto desapareció en la habitación, casi al instante reaparece, como si temiera que él se marchara.
- Quítese el pantalón – le ordena.
Como niño que es encontrado en falta, pone cara de vergüenza y se baja el pantalón, las manos de ella terminan el trabajo quitándole los zapatos.
Cuando comenzó a acariciar suavemente su pierna un suspiro de alivio recorrió su cuerpo y escapó por su boca.
- ¿Vio? Mis manos son mágicas. Soy muy buena con las manos –le dice sin doble sentido.
- Estudié para masajista, pero abandone en el último año, el dinero no alcanzó y al heredar la pensión que era de mis padres ya no pude seguir estudiando.
- Me alegro –le contesta riendo, si no esta noche no dormiría del dolor.
-Mientras el músculo se calienta por el masaje le preparo un té, usted descanse, ninguno de los dos tenemos apuro –dice mirándolo fijamente.
Mientras escuchaba el ruido de las tazas y la pava en la cocina, tuvo un momento para pensar en lo sucedido. En eso estaba cuando ella sale de la cocina y se encamina a su habitación. Rato después vuelve a la cocina.
El mira y piensa.
Cuando Claudia abre la puerta pudo ver que tenía puesta una bata larga, pero al dejarlo entrar se abrió apenas y pudo ver debajo un vestido escotado que dejaba sus pechos casi al aire. Y aunque la casa estaba casi en penumbras apenas iluminada por una lámpara al lado del sillón, vislumbra unas medias negras de red.
La mujer trae el té y las tazas en una bandeja que deposita sobre la mesa ratona, se sienta a sus pies en la pequeña alfombra mientras prepara las cosas de la bandeja.
Se sonríe al ver que la bata que lucía ahora era de encaje transparente en el pecho y que no dejaba nada a la imaginación, en ese segundo pudo ver todo lo que ella le quería mostrar. Pero ella no se percató de la sonrisa. Le ofrece el té de frutillas y se lo endulza.
No podía dejar de pensar en la ropa que llevaba cuando lo recibió.
Mientras tomaban el té conversan sobre su pierna que ya estaba mucho mejor y sobre el estado de las veredas. Era una conversación frívola, sabía que ella esperaba la oportunidad para ofrecerse. Su cuerpo destilaba sensualidad, la bata transparente revelaba su excitación. Pero él no era tonto, era muy precavido. Termina su bebida, le da las gracias y con la excusa que es tarde se levanta y se va agradeciéndole los masajes mágicos.
Claudia lo despide abrazándolo y dándole un beso en la mejilla, para él duró un segundo el saludo, para ella fue una eternidad abrazarlo.
Se quedó ahí en la puerta, viéndolo como subía trabajosamente la escalera, su corazón latía rápido, en la boca tenía el sabor de la excitación contenida.
Ya en al cama, el hombre daba vueltas intentando dormir. Cuando el amanecer llegó, él seguía pensando en los pelos rubios que había encontrado en el sillón.

5 comentarios:

  1. QUE BUEN CAPÍTULO!, MUCHA ADRENALINA, Y SUSPENSO, CERRANDO EL MISMO CON INTRIGAS Y SOSPECHAS, RELATO DESCRIPTIVO DE LA SENSUALIDAD, MUY INTERESANTE, ESPERANDO EL PRÓXIMO, GRACIAS GABRIEL

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    1. te dije que había sensualidad, gracias por leerme reina (sos la única)

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  2. errorrr yo tambien siempre te leo y respondooo!!!!!!! pero me parecia raro.... que todavia el capitulo 9 no aparecia.....muy buenooo sensual sensualllll como mucas de tus escritos....con algod e fantasia y tambien de realidad. abrazo Gabriel

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  3. ya estaba ansiosa por el noveno ! yo tambien quede atrapada por la historia y la espero . sera que soy rosarina y puedo imaginar los lugares asociandolos con lugares conocidos y ademas porque siempre me gusto leerte .Muy bueno el cuento los personajes y la intriiiga sobre todo . abrazos desde la tierra de la asesina serial!:-)

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  4. 10 , 10 ,10 ,10 ,10 ,10 ,10 ,10 ,10 ,10 ,10 ,10 ,10 ,10 ,10 ,10 ,10 ,10 ,10 :-D

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