sábado, 15 de septiembre de 2012

8° CAPITULO

Se despertó con dolor de cabeza, siempre le pasaba lo mismo que dormía de tarde. Se dio una ducha reparadora y se tomó una pastilla para el dolor, el té le calmó un poco el estómago. Los días de descanso que se tomó en una cabaña en el bosque patagónico le revivieron, pero su estómago sufría las consecuencias de lo que hacía.
No era fácil estar en la mente de un asesino, sobre todo cuando se es un asesino. Hasta ahora todo salía como lo había planeado, solo estaba a la espera.
Cuando vuelve a Rosario puede sentir el fuerte impacto de estar unos días en una cabaña en El Bolsón comparándola con la gran ciudad. No había punto de comparación, las mujeres más hermosas estaban ahí, pero el mejor paisaje lo tenía el sur. Suspirando varias veces al pensar en el bosque, comienza la penosa pero corta tarea de subir las escaleras de la pensión, Claudia estaba limpiando la habitación, le había llamado por teléfono avisándole de su llegada, ni lerda ni perezosa había casi terminado la tarea cuando él llegó. Su sonrisa de gata no le hizo mella, era costumbre en él ignorar a las personas de forma inconsciente, así que casi ni se percató de las insinuaciones ostentosas que la mujer le hacía. Esperó que se fuera para desempacar sus cosas, tenía varios regalos para Carolina y sus hija, aunque se negara por fuera, por dentro sabía que estaba enamorado de ella, no podía resistirse, pero sabía que sería una pareja imposible, él huraño, de pocas pulgas y asesino, ella simple y aniñada. Pero ese pelo, esa cabellera que lo embriagaba visualmente, que lo dejaba extasiado de placer, que le volvía loco, estaría enamorado toda la vida de ella, pero jamás estarían juntos, no se podría permitir arruinar otra vida, ni que le jodan la suya.
La llamó avisándole que llegó bien de su viaje, y que la quería ver, quedaron en cenar juntos esa noche, su hija se quedaba con el padre ese fin de semana, así que estarían solos. Cuando colgó el teléfono se quedó pensando en esas últimas palabras que le dijo, que estarían solos…solos.
La cena exquisita, pero carolina se veía mucho más apetecible que la comida, un vestido corto ajustadísimo, unos tacos aguja altísimos y su pelo enrulado perfectamente peinado lo tenían embobadísimo. No podía dejar de mirarla mientras preparaba la cena, sentado cómodamente en el sillón hasta se había olvidado de sus dolores y el bastón quedó abandonado en un rincón. Le preparó un aperitivo mientras cocinaba, en realidad era una excusa para estar cerca de ella y sentir su perfume y el roce de sus rulos contra su cuerpo. Jugaban el juego de la seducción y los dos eran conscientes del juego, porque era un juego peligroso. Pero el vestido ajustado, su sonrisa de lado, su voz suave y seductora eran imposibles de pasar por alto.
Luego de comer lavaron los platos, era la oportunidad que estaba esperando, la abrazó por detrás y le besó el cuello, automáticamente Carolina estiró su cabeza hacia atrás para recibir más caricias, suavemente le quitó el delantal de cocina mientras besaba el cuello y su nuca. La dio vuelta para besarla, ella estaba esperando ese movimiento y le ofreció sus labios carnosos, sedientos por el deseo. La apretó contra sí y se dejaron llevar unos minutos por los besos y caricias. De pronto se encontraron en la habitación casi desnudos, riéndose los dos por la situación terminaron de desvestirse entre risas y caricias. La noche recién comenzaba.
Afuera en la calle, Claudia miraba la casa, sus ojos despidieron fuego cuando la luz de la ventana de la habitación se apagó.

3 comentarios:

  1. cuanta pasión!!! diría que el asesino es un sensible impresionante y creo que el amor ganará. abrazo!!!

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  2. excelente ! el amor es extraño, intenta cambiar lo que es . libera o esclaviza con nuestras propias pasiones como herramientas . por eso me gusta este cuento .es imprevisible!! un abrazo .

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  3. FANTÁSTICO Y ATRAPANTE COMO SIEMPRE, SIGUE GIRANDO LA HISTORIA, LO HUMANIZA EL AMOR, LA PASIÓN, QUE BUENO EL SENTIMIENTO, ESCELENTE COMO SIEMPRE QUERIDO GABRIEL

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