Sacó de
su bolso un agua mineral, el calor se hacía sentir. Una hora llevaba en el cementerio, pero le
parecían diez minutos recién. Las esculturas, monumentos y tumbas eran tan
fascinantes que perdía la noción del tiempo. Poca gente se veía, quizá era la
hora del día, a las tres de la tarde caía el sol a plena sobre las cabezas, las
personas preferían quedarse en la sombra fresca de la plaza frente al
cementerio, la Recoleta era un lugar precioso, a pesar de tener la imagen de
tumbas y muertos por doquier, el barrio era tranquilo. Un par de restaurantes
cerca, bares y cafetines adornan el panorama.
Buenos
Aires le gustaba, tenía ese “no se que”, que le atraía, la arquitectura era
antigua y variada, como toda fotógrafa amateur se maravillaba por todas las pequeñeces
que el avezado fotógrafo reconocido pasaría por alto, pero ella no, sabía
apreciar la belleza en donde los demás no buscarían, en esas pequeñeces
precisamente.
Carolina
era una mujer fascinante, a veces podía ser todo un hembrón y otras una niña de
doce años con sus actitudes, eso atraía a los hombres, pero otros esquivaban
esas niñerías, querían una mujer hecha y derecha, no una nena con ataques de
ira. Su dulzura contrastaba con su humor cambiante, eran dos mujeres en una,
como dice Cacho Castaña en su canción La Gata Varela… te da la sensación cuando
camina, que en ves de una mujer llegan dos minas. Era inteligente, le gustaba
hablar con ella, era muy ocurrente, pero también era hostil.
En
realidad es una gata herida, pero esa sensación se disolvía con sus caricias y
sus labios, el asesino sabía muy bien eso.
El
hombre llegó a la conclusión que era mejor traerla a Buenos Aires, sabía que la
asesina le buscaría en Rosario, y pondría en riesgo a su hija Camila. A las dos
no las podría proteger, así que Carolina sería la carnada para hacerla salir,
para sacarla de las sombras y que caiga en la trampa.
Y ella
en toda su ingenuidad no se imaginaba que era la carnada entre dos asesinos, a
él en otro momento no le hubiera importado el desenlace, pero ahora sí, la
amaba y maldita sea si estaba descontento con eso, se sentía tan vulnerable
como si estuviera desnudo en plena avenida Cabildo. Quería matar a esa mujer
que le acechaba, el deseo le carcomía, la quería estrangular con sus propias
manos, nada de balas ni cuchillos, quería sentir como la vida se escurría entre
sus dedos, sentir los últimos latidos en las palmas de las manos. Y necesitaba a Carolina para eso, con
ella cerca, la asesina también rondaría cerca. Para protegerla debía ponerla en
peligro, gran paradoja.
Y ella
seguía su recorrido, se paró ante un ángel que tenía un ramo de flores en las
manos y que miraba tristemente el suelo, parecía que tenía tanto dolor que no
se atrevía a mirar la tumba y por eso desviaba la mirada, se acercó para sacar
una buena foto. En ese instantes mientras preparaba la Nikon una sombra cae
sobre ella.
nooooooooooooooo! es como cuando estas mirando una peli y se te corta la luzzzzzzz!!! prontito el proximo por favorrrrrrr!!!! abrazos
ResponderEliminarVOVLI A LEER TODO..PORQUE A VECES PIERDO EL HILO...Y GUAUUUU CUANTO AMOR A ESA "NIÑA MUJER"..... PERO YO VEO ACA MAS SENTIMIENTOS PUROS QUE ESE DESEO DE MATAR...CREO QUE AL ASESINO EL CORAZÓN LE JUGÓ UNA MALA PASADA.... EL AMOR A VECES ES MAS FUERTE NO??? Un Abrazo Gabriel.
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