martes, 7 de agosto de 2012

4° CAPITULO

La mujer le observaba atentamente subir la escalera, cada paso que daba era estudiado por ella, la forma de tomar el bastón, hasta los movimientos cuando se acomodaba el pelo era guardado en su memoria. Había algo que le llamaba la atención, ese hombre la atraía como ninguno jamás en la vida lo hizo. No podía dejar de mirarlo, sentía una atracción irresistible. Pero él no era hermoso o bello, era un tipo pintón para su edad, pero algo en él ejercía tal fuerza como si fuera un imán.
Su mirada, la mirada de sus ojos verdes la apabullaban, parecía mirarte y seducirte sin que te des cuenta, ojos compradores, ojos engañosos, ojos para enamorar. Quizá la soledad del hombre o su actitud casi taciturna le llamaban la atención, era como que te seducía con su mirada y luego te hacía a un lado con su forma de ser. Le amarías pero le odiarías al mismo tiempo. Era como si disfrutara alejándote, todo eso pensaba la mujer. Varias veces intentó hacer un acercamiento amistoso, aunque el la rechazaba “amablemente”, ella seguía insistiendo, la atracción era más fuerte que su voluntad. Le invitaba a tomar el té, a mirar televisión, a pasear por el parque o mirar los artesanos en el paseo, a cenar, etc., había agotado el repertorio de invitaciones para entablar una conversación, amistad….algo.
Lo veía pasar y suspiraba de placer visual, cada día que pasaba el metejón que tenía con su inquilino iba creciendo con la misma intensidad con la que el hombre esquivaba sus acercamientos. Trató de sacarse de encima su imagen y continuó maquillándose, se puso un vestido cortísimo, era tan escotado que se veía casi todo, unos tacos aguja altísimos terminaban de darle el toque fatal, pero todo esto fue tapado por un saco largo hasta los tobillos, mientras se ponía una peluca rubia en su cabeza se miraba en un espejo del pasillo de su casa sonriendo por el cambio en su persona. Apagó las luces de su casa, cerró todo con llave y subió al auto pensando que si se animaba una noche se le presentaría así a su inquilino ermitaño.
Estacionó lejos, muy lejos de la plaza, se miró en el espejo del auto y comprobó que nadie jamás la reconocería de esa forma por más que se la cruzara frente a frente, se pintó otra vez los labios de un rojo furioso y le dio un toque de brillante perlado, era una mujer hermosa. Acomodó su peluca y se bajó, caminó muchas cuadras hasta llegar a la obscuridad apacible y secreta de la plaza, observó unos minutos desde una esquina, para comprobar si había gente, se veía solo una sombra caminar despacio entre los árboles. Sonriendo se mira los pechos para comprobar que todo estuviera fuera de su lugar habitual, comenzó a caminar buscando la silueta en la penumbra y fue a su encuentro, al cruzarse los dos, el hombre casi babea al ver la mujer, ella disimuladamente caminó más despacio, sabiendo que la seguiría.
El hombre la llevó en auto a su casa, era soltero y vivía solo, no cruzaron palabras, él estaba enmudecido de excitación y no podía creer que semejante hembrón estuviera trabajando en la calle. Pensando en todo lo que quería hacer con ella, ni necesitó hablar, estaba disfrutando de antemano sus fantasías. Apenas entraron en la casa él comenzó a desnudarla, ella se reía y le pedía fuera más lento, más delicado. Le ayudó a sacarse la camisa, el pantalón, lo tomó de atrás y comenzó a acariciarle el cabello, el cuello. El hombre disfrutaba y gemía de aplacer anticipado, casi no se dio cuenta cuando la gasa con éter tapó su boca y nariz. Cuando se dio cuenta fue tarde.
Cayó pesadamente al suelo, lo arrastro hasta la habitación y lo subió con mucho esfuerzo a la cama, ató por las muñecas y los tobillos a las patas de la cama, parecía el hombre de Vitruvio del genial Leonardo da Vinci. De su cartera sacó una mordaza que se usa en los que practican bondage, que tenía una bola en el medio, era imposible gritar con eso puesto.
Al despertarse del éter, se encontró atado de pies y manos, un gemido de miedo quiso escapar de su boca, pero esto fue imposible. La mujer hermosa en cuclillas completamente desnuda delante de él se relamía los labios, literalmente. La excitación que tenía al ver al hombre atado y pensar en lo que le iba a hacer la llevaba casi al orgasmo. De su cartera saca un bisturí y con una risa orgásmica comienza a cortarlo profundamente, solo se oía los quejidos ahogados del pobre hombre. Con paciencia lo fue abriendo como hacen los médicos forenses, en Y. En shock por la herida y el miedo casi no sentía dolor, alcanzó a ver cuando ella metió las manos en su abdomen abierto y partido y comenzó a sacar sus intestinos poniéndolos a un costado de la cama, en el momento que ella le mira a los ojos para tomar su corazón y arrancarlo de su pecho, el hombre muere. El éxtasis que tuvo la inmovilizó unos minutos, luego de esto siguió cortándolo hasta descuartizarlo completamente, no le llevó más de diez minutos, dejó los restos prolijamente acomodados en la cama y se fue a duchar. Al terminar busco productos de limpieza y comenzó a limpiar toda la casa empezando por el baño, tirando lavandina pura y soda caustica, aspiró los pisos y limpió todo lo que pudo haber tocado, al resto de las cosas las roció con un spray mezcla de limón, lavandina y vinagre. No quedaba ningún rastro de adn. Comprobó una vez más el orden y se fue caminando muchas cuadras hasta que se sintió segura de llamar un taxi que la dejó luego a varias cuadras de su auto. Al llegar a su casa, suspiró de alivio, eran las tres de la madrugada.
Ella era una asesina.
Se acostó pensando en su inquilino.
Eran tal para cual.

2 comentarios:

  1. porque no me sorprende este giro? me encantoo! a la espera de mas !!!un abrazo

    ResponderEliminar
  2. perooo yo queria una historia de amor!!! ...igual esta muy buena la historia... un abrazo!!!

    ResponderEliminar